Mariana Savid y Munir Bracco (*)
El reciente proyecto de ley que propone incorporar la alfabetización económica y financiera desde el jardín de infantes despierta reflexiones necesarias y urgentes. Aunque la intención de preparar a las futuras generaciones para manejar los desafíos del mundo económico es valiosa y estamos de acuerdo siempre con la educación, surge una pregunta clave: ¿responde esta propuesta a las verdaderas necesidades de los niños pequeños, o refleja una desconexión con lo esencial en sus primeras etapas de desarrollo?
La infancia no es una etapa de productividad, sino de descubrimiento. Es un momento irrepetible en el que se construyen los pilares de la identidad, las emociones y los vínculos afectivos.
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Durante los primeros años de vida, el aprendizaje es profundamente sensorial y motriz, se construye a través del juego libre, la exploración y la creatividad, los auténticos lenguajes de la infancia. Introducir competencias adultas como la economía o las finanzas en esta etapa no solo desvirtúa estas prioridades esenciales, sino que corre el riesgo de despojar a los niños de una experiencia vital que nunca podrán recuperar: la de aprender según los ritmos naturales que nutren su desarrollo integral.
La urgencia de respetar los tiempos de la infancia
Antes de entender conceptos abstractos como el valor del dinero o la economía, los niños deben aprender a comprenderse a sí mismos y a los demás. Este es el verdadero terreno fértil para cualquier aprendizaje futuro. Sin una base emocional sólida, cualquier intento de introducir temas complejos resulta no solo ineficaz, sino contraproducente.
En lugar de apresurar la enseñanza de habilidades técnicas en el jardín de infantes, debemos priorizar lo esencial:
– Integrar la Ley de Educación emocional: Es el punto de partida imprescindible. Ayudar a los niños a reconocer, gestionar y expresar sus emociones no solo fortalece su bienestar, sino que sienta las bases para una vida plena y significativa.
– Ciudadanía digital y hábitos saludables: En un mundo dominado por pantallas y estímulos digitales, es urgente enseñar a los niños a navegar con responsabilidad y equilibrio, protegiendo su desarrollo integral.
– Relaciones humanas: Las habilidades sociales y la capacidad de resolver conflictos son las herramientas que verdaderamente los prepararán para enfrentar los desafíos de cualquier ámbito de la vida, incluido el financiero.
La educación financiera puede esperar
La alfabetización económica y financiera es una necesidad, pero debe implementarse en el momento adecuado, cuando los niños estén listos para entender y aplicar sus principios. El nivel inicial no es ese momento. Forzar su introducción a edades tan tempranas puede desviar la atención de los aspectos esenciales del desarrollo y fomentar una visión utilitaria de la educación que no respeta la infancia.
Una educación con propósito, no con prisa
La verdadera innovación educativa no reside en llenar la infancia con contenidos diseñados para satisfacer las expectativas del mundo adulto. Radica en respetar las etapas de desarrollo y nutrir la niñez con las herramientas que necesitan para ser personas íntegras: empáticas, resilientes, críticas y capaces de imaginar un futuro mejor.
¿Qué tipo de sociedad queremos construir?
La educación financiera es importante, pero no a costa de sacrificar lo más valioso: el tiempo, el espacio y el derecho de los niños a vivir plenamente su infancia. ¿Podremos detenernos a reflexionar y priorizar lo que realmente importa antes de apresurar los pasos hacia un mundo que, sin duda, puede esperar?
Autores:
– Mariana Savid. Psicopedagoga. Especialista en Neuroeducación y Ciudadanía Digital
– Munir Bracco. Sacerdote católico. Arquidiócesis de Córdoba