viernes, 27 de junio de 2025 01:26
La participación de los equipos argentinos en el Mundial de Clubes deja mucha tela para cortar y saca a luz innumerables miserias del fenómeno más popular del país, desnudando las consecuencias de problemas crónicos que se disimulan a caballo de un negocio siempre redituable, pero cada vez peor manejado. Entre River y Boca jugaron seis partidos en el mundial y ganaron uno solo. Ninguno de los dos pasó de la primera fase. La única victoria se la anotó River contra un combinado japonés de tercer nivel, en el único encuentro en el que logró anotar goles. Lo de Boca fue un esfuerzo insuficiente por resistir ante los europeos, coronado con un papelón al no poder imponerse ante un conjunto amateur de Nueva Zelanda, que venía de recibir 16 goles en sus dos presentaciones anteriores. Con las valijas llenas de excusas, con pena y sin gloria, ambos retornan tempranamente tras una aventura en la que dieron asco.
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Decía Alejandro Dolina que la esencia de la soberbia no consiste en creerse superior a los demás, sino en creerse más de lo que uno mismo es en realidad. Ese pecado comparten River y Boca, inflados por la prensa como supuestos gigantes temibles, que puestos en una competencia seria se paran frente a los grandes equipos como lo hacen en Copa Argentina los elencos del Federal A ante los de Primera División. Y no sirve el argumento del poderío económico de los europeos, que los superan diez veces en presupuesto: en los torneos de Argentina son Boca y River los que tienen diez veces más presupuesto que el resto y tampoco ganan. En el último certamen, por caso, no pasaron de cuartos de final. Este fracaso no fue accidental ni casual. Es la medida exacta de cuánto se ha derrumbado el fútbol argentino a nivel clubes, con un torneo ridículo de 30 equipos (la mitad de los cuales no enfrentan a la otra mitad en todo el año), descensos por promedios y reglas que cambian a cada rato, con calendarios a contramano del mundo donde, por ejemplo, en este 2025, se apretujó el fixture metiendo de a tres partidos por semana, solo para que Boca y River llegaran a tiempo a esta competencia en la que dieron lástima.
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Todo contrasta, es verdad, con una Selección nacional impecable que es campeona del mundo y bicampeona de América. Pero ese logro fantástico, lamentablemente, en lugar de impulsar el crecimiento colectivo, solo sirve para tapar todo el desastre que se vive a nivel local. River y Boca, que viajaron envueltos en autocelebraciones, se dieron un baño de realidad, para poner en blanco sobre negro una decadencia que no necesitaba ser corroborada en esta excursión: de las últimas 9 copas Libertadores, solo una la conquistó un equipo argentino. Sigamos entonces así: poniendo equipos en primera por sus sponsors o contactos políticos, armando y rearmando torneos todas las temporadas, digitando ascensos a conveniencia, inventando copitas y supercopitas para el rating. Pero después a no quejarse cuando pasa lo que pasa.
El Esquiú.com