lunes, 9 de junio de 2025 00:53
Catamarca, de cerros, cielo inmenso y paisajes que dejan sin palabras también es tierra de raíces profundas, de voces que dejaron marca, aunque a veces no aparezcan en los grandes relatos de la historia nacional. Desde figuras conocidas hasta nombres que casi nadie recuerda, esta provincia tiene mucho para decir y compartir. Uno de los que sí logró trascender es Fray Mamerto Esquiú (1826-1883), seguramente el catamarqueño más famoso.
Fue fraile franciscano, periodista, y se metió de lleno en la política del siglo XIX con un mensaje fuerte y claro: unidad, ley y paz. Su famoso “Sermón de la Constitución” de 1853 fue un grito de sensatez en tiempos bastante caóticos. Lo beatificaron en 2021, pero su aporte va más allá de lo religioso. Fue, sobre todo, alguien que creyó en el diálogo cuando todo estaba por romperse. También está Felipe Varela, otro personaje potente pero más polémico.
Fue militar y caudillo federal, de esos que pelearon por el interior contra un Buenos Aires que se llevaba todo. Su “Manifiesto de los Pueblos Americanos” sigue siendo un texto clave para entender la lucha federal. Aunque fue derrotado, hoy es visto por muchos como símbolo de resistencia y de una justicia social que aún está en deuda en varios rincones del país. Y aunque no nació en Catamarca, Rosario Vera Peñaloza dejó una marca imborrable en la educación local. Fue una de las grandes impulsoras del nivel inicial en Argentina, fundó el primer jardín de infantes del país y militó por una educación popular y accesible para todos.
En Catamarca formó docentes y abrió caminos. Cada 28 de mayo, cuando se celebra el Día de los Jardines de Infantes, su figura vuelve a cobrar fuerza, sobre todo entre quienes siguen apostando a enseñar con compromiso. La historia de nuestra provincia no está hecha solo por próceres. Hay cientos de personas que hicieron historia desde el anonimato: maestras que enseñaron en medio de la nada, poetas que escribieron con palabras del pueblo, artesanos, mineros, defensores del agua y de la tierra, comunidades originarias que resisten y cuidan su cultura. En cada pueblo hay una historia que vale la pena contar. Y en cada historia, una verdad que pide ser escuchada y mientras haya alguien que recuerde, esas voces siguen vivas.