La antesala al recital de Skay Beilinson y Los Fakires tuvo casi una decena de temblores en el Valle Central. Para no quedarse atrás, el innombrable también entró en acción. Sin embargo, ni los sismos, ni el viento, opacaron lo que fue una noche memorable. “El corazón de Patricio Rey” – como dice la canción de los fanáticos-, estuvo en Catamarca y los que asistimos podremos decir que participamos de una noche histórica.
Desde el 28 de enero, el día que se anunció el recital en las redes sociales, la expectativa fue en aumento. Las semanas previas fueron de ansiedad de los fanáticos quienes, en gran número, iban a poder en vivo por primera vez al exguitarrista de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Fue la única presentación del músico en el NOA, región que había visitado casi un año atrás cuando estuvo en La Rioja y fue aprovechada por varios seguidores que coparon la ruta nacional 38 y surcaron los casi 160 kilómetros que nos separan con la vecina provincia.
Skay y Los Fakires aterrizaron una noche antes del concierto. Los primeros fríos otoñales le dieron la bienvenida a la banda cuya presentación anterior fue en Santa Fe, el 15 de marzo. La previa del show tuvo a un sol esplendoroso, pero a la siesta, las ráfagas del viento, provocaron un descenso de la temperatura. Eso no fue todo, una seguidilla de temblores de baja magnitud, sacudieron a los catamarqueños y a los visitantes. El fenómeno, conocido como enjambre sísmico, fue una muestra de lo que se sentiría cerca de la medianoche en La Casona.
El histórico templo de la música cuartetera y cumbiera fue el lugar escogido una vez más para recibir a una banda de rock. En noviembre pasado Las Pastillas del Abuelo habían congregado a su gente y, seguramente algún memorioso lo recuerda, Bersuit Vergarabat – con Gustavo Cordera- también pisó el escenario “Tito” Guerrero varios años atrás.
Las bandas de amigos y amigas comenzaron a agruparse desde el mediodía. Los grupos de Whatsapp explotaban con mensajes para ponerse de acuerdo con los preparativos para el asado, la bebida, el recordatorio de llevar el “trapo” obligatorio. Los que viajaron de otras provincias – salteños, tucumanos y riojanos adquirieron su ticket- se refugiaron en lo de algún amigo o familiar o en las cercanías al predio. La organización adelantó que desde las 22 se abrirían las puertas y una hora después comenzaría el concierto. La calle Fray Luis Beltrán, la recta que conduce a La Casona era un desfile de chicos, chicas, hombres y mujeres peinando canas, quienes lentamente acortaban distancia. Otros llegaron en vehículo hasta la playa de estacionamiento que está en el ingreso del lugar del show.
En el público se cruzaban adolescentes acostumbrados a las bandas tributo de Los Redondos y aquellos más veteranos que presumían haber presenciado alguna misa ricotera. Esa noche, todos fueron una sola marea.
“Es invaluable, es estar con muchos amigos. Skay nos reencuentra a todos y jamás pensé que iba a estar Skay en mi provincia, así que cuando vi la fecha no lo podía creer. Desde ese día estoy ansioso esperando el 5 de abril”, comentó Fede, de 34 años, quien tenía diez años cuando tocaron por última vez Los Redondos. “Pude ver al Indio en el último recital en Olavarría y a Skay en los Cosquín Rock”, añadió.
El caso de Alejandro es diferente. Tiene 43 años y pudo ser testigo de la última misa ricotera, el 4 de agosto del 2001, en Córdoba. “Ver a Skay es una mezcla de sentimientos, porque pude verlo en el último show de Los Redondos y tenerlo ahora en mi provincia me llena de emoción, me trae los mejores recuerdos con los amigos del alma”, contó.
El recuerdo de Patricio Rey es un denominador común, atraviesa corazones y une generaciones. La idea de volver a tener juntos en un escenario a Skay y al Indio Solari es una utopía. No obstante, las carreras que hicieron por separado fueron prolíficas y dejaron joyas de las últimas décadas de música argentina.
Exactamente a las 23.45 las luces se apagaron y como un rugido se escuchó cada vez más alto: “Esta noche es especial, no te la vas a perder, toca el corazón de Patricio Rey”. El cantito que sirvió de arenga fue interrumpido por una guitarra y las luces hicieron foco en la silueta longilínea de Skay, quien juntó sus manos y las llevó al cielo en señal de agradecimiento. De camisa y con su infaltable sombrero y gafas oscuras, tocó su guitarra y comenzaron los primeros acordes. “Luna, luna del desierto, luna compañera, de mi soledad tal vez mañana, me busques en vano y no me puedas, encontrar”, recitó en “La luna en Fez”. A Skay lo acompañaron Joaquín Rossón en segunda guitarra, Claudio Quartero en bajo y Leandro Sánchez en batería.
Le siguió “Gengis Kahn” de su primer disco “A través del mar de los sargazos” y una vez finalizado hizo una pausa para saludar al público. “Bendita Catamarca” y fue ovacionado. A más de uno, entre los que me incluyo, le lagrimearon los ojos y recordó con flashes esa figura que otrora supo hacer esa dupla virtuosísima con Carlos “Indio” Solari. La melancolía fue interrumpida por “Tal vez mañana” que provocó los primeros pogos. Las banderas flameaban en la tribuna ubicada al frente del escenario. El frío era más crudo, pero nada importaba.
Como sucede en cada presentación, Skay incluyó temas de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, la banda que integró hasta el 2001 cuando se produjo la dolorosa separación tras 25 años que alcanzaron para dejar una huella en la historia de la música.
Antes de una pausa, la banda se despidió con “Todo un palo”, himno ricotero que tuvo el esperado solo de guitarra de Skay en el final. Tras casi una hora de show la banda tuvo un pequeño receso que fue aprovechado por el público para salir corriendo a comprar comida, buscar más latas de cerveza o vasos de Fernet. Otros, los más audaces que estuvieron pegados al escenario, les dieron respiro a sus piernas sentándose en el piso o en las gradas.
Skay regresó y comenzó la última hora del recital con una recorrida por sus ocho discos solistas y que estuvieron mechados por “Ji ji ji” que desató la locura y la emoción. Por unos segundos en Catamarca pudimos recrear “el pogo más grande del mundo”. Para no bajar decibeles, luego siguió “Criminal mambo”, en el que la guitarra de Beilinson, nos llevó a un viaje en el tiempo y si cerrábamos los ojos podíamos estar en Cemento o en el Estadio Obras, en aquellas inolvidables seguidillas de conciertos de Los Redondos, a finales de los 80.
La noche tuvo un estreno. Presentó “Las catacumbas del cielo”, el sencillo que desde enero está disponible en todas las plataformas de música.
Nadie quería que llegue el final, pero inevitablemente los últimos acordes sonaron. “El sueño del jinete” y “Flores secas” marcaron el epílogo de una noche inolvidable que tuvo a Skay agradeciendo al público, abrazado junto a sus músicos. De pie, los miles de fanáticos se rompieron las manos aplaudiendo y rogando por una canción más.
“Por las noches sos testigo de mis sueños, callejón” quedó resonando y aquellas almas exhaustas regresaron a pie, rendidos de haber presenciado a la leyenda viva, en una jornada memorable para la historia de la provincia. El nombre de Skay quedará grabado entre los melómanos como pasó con aquellas visitas de Charly García (en 1984 para presentar Piano Bar), Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, David Lebón, Pedro Aznar, Soda Stereo, La Renga, Vox Dei, Los Fabulosos Cadillacs, entre otros consagrados que pisaron este suelo.
Texto: Pablo Vera
Fotos: Ariel Pacheco