La interna entre La Cámpora y el gobernador Axel Kicillof en la Provincia de Buenos Aires derivó en una exposición directa de la fragilidad del liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner.
Al responder al desdoblamiento de las elecciones provinciales con la amenaza de postularse como candidata a diputada provincial de la populosa Tercera Sección bonaerense, la exmandataria admite que no puede prescindir de la estructura clientelar de los intendentes para verificar la consistencia política de su figura en las urnas. No se anima a candidatearse a diputada nacional en octubre sin la tracción de ese aparato.
La insistencia en que las elecciones provinciales y nacionales sean simultáneas se debe al temor de que octubre termine revelando que la aseveración de que encarna el 30% del electorado es un espejismo y que, en realidad, su gravitación se sostiene menos en el magnetismo de su figura que en el complejo pero aceitado dispositivo clientelar que administran los caudillos municipales de Buenos Aires.
Peleará hasta el final para evitar tan peligrosa instancia.
Sus formaciones en la Legislatura bonaerense trabajan para voltear el decreto de Kicillof que convoca a elecciones provinciales para el 7 de septiembre, con la sanción de una ley que establezca la concurrencia con los comicios nacionales el 26 de octubre.
Se especula también con acciones desde el PJ que CFK preside. La senadora Teresa García no descartó que el partido judicialice la reyerta por la supuesta inconstitucionalidad del decreto, bajo el criterio de que la decisión de fijar la fecha electoral le corresponde a la Legislatura y no al Gobernador.
El estrés institucional marca la profundidad de la preocupación ultrakirchnerista. La discusión sobre la potestad de convocar a elecciones provinciales es inédita y podría llegar hasta la Corte Suprema de Justicia bonaerense.
CFK quiere obligar a lugar con ella a un sistema político y clientelar que se resiste a hacerlo porque no la considera ya un activo electoral, sino un pasivo; de garantía de tracción desde la cima pasó a mochila. Ya no sos mi Margarita…
La ruptura de Kicillof sintoniza con un pedido expreso de 47 intendentes peronistas y 22 radicales del Conurbano y el interior de la Provincia de Buenos Aires. Entre los peronistas que firmaron la solicitud estuvo el de La Matanza, Fernando Espinoza.
Kicillof maniobra ahora para suspender las PASO provinciales, pero el cristinismo se resiste. Sergio Massa hace equilibrio como mediador, más inclinado hacia los cristinistas pero procurando la unidad. Los peronistas bonaerenses de ambos bandos recuerdan que es un especialista en desgastes ajenos.
Kicillof rompió luego de trabajosas tratativas de conciliación. Tomó la decisión de desdoblar después de una última e infructuosa reunión con Massa y Máximo Kirchner.
El desacato tiene su lógica. El cristinismo pretende colonizarle las listas por el mero influjo del 30% nacional que supuestamente sigue incondicionalmente a CFK. El impulso incluye las listas nacionales.
En el fondo, las mezquindades que se le endilgan a Kicillof son una proyección: CFK busca mantener capturado al peronismo para satisfacer sus apetencias y procurarle destino a su hijo Máximo. La rebelión del gobernador es tan matricida como fratricida.
La naturaleza facciosa de los naipes marcados como patrióticos por CFK queda cada vez más expuesta. El volumen de su representación en el Congreso se reducirá abruptamente en diciembre y con él su gravitación sobre la política en general.
La contienda bonaerense es una nueva fase de su eclipse.