martes 11 de marzo de 2025
Catamarca, ARGENTINA
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Algo en que pensar mientras lavamos los platos
Rodrigo L. Ovejero
En estos últimos años he advertido una notoria disminución de la interacción humana con desconocidos. Lo cual no es necesariamente algo malo, hay demasiadas personas en el mundo como para andar perdiendo tiempo en conversaciones casuales en la fila de la panadería. Sin embargo, algunas tenían su gracia, de vez en cuando el día mejoraba solo por efecto de intercambiar unas palabras con un extraño. Hoy, por ejemplo, se dio el caso de que una señora me detuvo por la calle y me preguntó cómo llegar a determinada dirección.
Siempre que me ocurre algo así siento la presión de contestar, no me gusta fallar como catamarqueño, me jacto de tener cierto conocimiento de la ciudad y por ello tengo por regla de conducta dar una respuesta en estos casos. Aun en las ocasiones en las que desconozco por completo el sitio por el que preguntan, doy una respuesta. Los dirijo hacia lugares confusos, a través de instrucciones que a menudo se contradicen entre sí o resultan imposibles de seguir al pie de la letra. En otras ocasiones directamente los envío a destinos equivocados, pero cercanos, de tal modo que no pueden terminar de decidir si los he ayudado o no. Al fin y al cabo, todos estamos un poco perdidos en la vida, nadie puede asegurar que conoce su camino y es por ello que caminar un par de cuadras en una dirección desacertada no puede hacernos tan mal. En el peor de los casos, es útil mantener el movimiento, la actitud que en definitiva nos va a llevar a buen puerto luego de un par de errores.
Esta mañana me ocurrió justamente eso, una señora me detuvo por la calle, me mostró un papel con una dirección anotada y me pidió que la ayudara a llegar allí. Estábamos cerca, apenas a media cuadra, así que la acompañé, solo para descubrir que la numeración que tenía anotada no existía. Buscaba el número 132, pero en esa cuadra la numeración saltaba del 128 al 134. Quizás, pensé, este era un caso como el del andén 9 y ¾ de la saga Harry Potter, pero ella no parecía la clase de persona que habría tomado de buen ánimo una recomendación de avanzar directamente hacia un muro sólido, en la convicción de que no era más que un truco de magia. Se la notaba decepcionada, así que le recomendé revisar la cuadra anterior, solo por si acaso, por darle algo que hacer.
Por supuesto que en la cuadra anterior no iba a encontrar el 132, esa altura suele encontrarse entre el 100 y el 200, las ciudades pueden ser lugares muy predecibles en lo que respecta a la numeración. Pero quién sabe si no encontraría por una feliz casualidad lo que realmente estaba buscando, ya fuera el amor, el perdón, el olvido o cualquier otra forma de paz mental. A veces el destino puede estar a la vuelta de la esquina, por eso yo, por las dudas, los mando a buscar.