domingo, 2 de marzo de 2025 03:23
El intendente capitalino Gustavo Saadi ofreció ayer su mensaje anual ante los concejales, en una nueva edición del acto que marca el inicio de actividades ordinarias del cuerpo deliberativo comunal. Repasó, como es habitual, las obras y acciones desarrolladas el año anterior, y ofreció un panorama de los principales proyectos para 2025. Durante una hora, desplegó un discurso en el cual hizo un sobrevuelo rápido por casi todas las áreas de gobierno, remarcando la continuidad de los ejes que marcó en el inicio de su gestión, allá por 2019. Esta clase de discursos se mantienen como una tradición a nivel nacional, provincial y municipal desde hace más de un siglo, aunque su naturaleza fue variando con el tiempo. Allá lejos y hace tiempo, era una exposición verdaderamente informativa. Hoy, con los avances tecnológicos y la multiplicidad de medios y plataformas, los ciudadanos siguen día a día lo que ocurre en tiempo real, y no resulta tan sencillo darle al mensaje aspectos novedosos. De todas maneras, el intendente se reservó varios anuncios relevantes, se permitió alguna autocrítica, y trazó un horizonte de trabajo por encima de las dificultades que se presentaron y las que puedan presentarse.
Marco crítico
En un marco tan crítico e incierto como el que define este momento de la Argentina, con gastos y obligaciones que crecen y recursos que se caen, el simple sostenimiento de la tarea municipal es un logro. Que se sigan haciendo obras es un mérito, cuando el dinero disponible es cada vez menos y se pierden inyecciones de fondos vitales que deberían llegar desde la Nación. No es un diagnóstico exclusivo de la Capital: más de mil municipios en todo el país enfrentan los mismos inconvenientes. El Estado nacional retiró el FONID, retiró subsidios, abandonó sin previo aviso obras que debía financiar y ya estaban en ejecución, e incluso los aportes automáticos se ven afectados negativamente por la recesión y la caída del consumo. Así planteada la realidad, que se haya avanzado en pavimentación, reconversión energética, cloacas o espacios verdes admite otra valoración.
Cosmovisiones
Pero por encima de la cuestión estrictamente formal, el mayor impacto del discurso de Saadi fue su mensaje político, casi una declaración de principios, la ratificación de un rumbo que se ubica en las antípodas del discurso de Javier Milei, a quien aludió reiteradamente sin nombrarlo jamás. Así, planteó que la solución a los problemas no la traerá una motosierra, que prefiere construir a destruir, que cree en la justicia social, que cree en el Estado y no en el mercado, que es criminal negar la violencia de género, que hay que actuar frente al cambio climático, y un conjunto de definiciones que lo distancian tanto de Casa Rosada que ya no son diferentes ideologías partidarias, sino cosmovisiones opuestas. Saadi nombró a cada uno de los concejales, oficialistas y opositores. Les agradeció su labor, destacó sus propuestas. Posó junto a todos al cerrar el acto. Agradeció a los gremios, rechazó las excusas y renovó su apuesta por el respeto y el consenso. Una postura razonable pero que, en estos tiempos, es casi un acto de rebeldía.
Intervención
La amenaza de Javier Milei de intervenir Buenos Aires fue un tiro por la culata, ya que con su mensaje no hizo más que unir a casi toda la oposición para repudiarlo. El desacierto del presidente cobró fuerza precisamente porque no motivó la reacción del peronismo en defensa de Axel Kicillof, sino que cosechó el rechazo hasta de los opositores del bonaerense. Molestó tanto la amenaza como la utilización de desgraciados hechos de sangre, en los que Milei buscó sacar rédito. Uno de los más elocuentes fue el presidente del radicalismo, Martín Lousteau, quien observó: ““El gobierno todo el tiempo dice que trabaja con el gobernador santafesino Maximiliano Pullaro ¿En qué se diferencia un santafesino que está sufriendo la inseguridad de un bonaerense que también la sufre? ¿Por qué el gobierno en un caso dice que colabora y en el otro le dice al gobernador que se vaya? Milei no conoce la Constitución. Estamos viendo una deriva cada vez más autoritaria y una degradación institucional de suma peligrosidad”.
Recuerdos
Un día como hoy, hace 23 años, la provincia debía elegir gobernador y los catamarqueños asistieron atónitos a uno de los episodios más bochornosos que se recuerden en la historia institucional de la provincia. La jornada electoral será recordada como el día de “la quema de urnas”, un hecho inédito que llevó a la suspensión del acto electoral a media mañana y obligó a reprogramar la convocatoria a elecciones para definir quién sería el gobernador catamarqueño. Con la perspectiva inmejorable que ofrece el paso de los años, ahora que no sólo se apagaron las llamas sino que tampoco quedan las cenizas de aquella traumática experiencia, puede ensayarse el ejercicio de analizar lo ocurrido, desprendiéndose de los intereses y la pasión que lógicamente inundaba el análisis de todos por entonces. La quema de urnas no fue un acontecimiento aislado, sino el punto cúlmine de una batalla por el poder en la cual se apeló a todas las artimañas, las picardías, el juego sucio y la trampa. Con escaso margen de error puede afirmarse que no se embarró la cancha, sino que se compitió exclusivamente en el barro. De ese modo, el oficialismo dirigido por Oscar Castillo se empeñó en impedir la participación de Luis Barrionuevo como candidato y Barrionuevo reaccionó con toda la artillería contra lo que consideró una injustificada proscripción. Fue una expresión conjunta de lo peor que puede ofrecer la democracia cuando de uno y otro lado no se respetan las normas de convivencia: cuando los fósforos encendidos se acercaron a las urnas, lo que se incineró fue el derecho a libre expresión del pueblo catamarqueño. Quedan las anécdotas, algunas reales y otras exageradas con el tiempo. Hay quienes dicen que se quemaron urnas reales y otras que en realidad provenían de una interna ya realizada; como se cuenta que más de una urna ya contenía votos en su interior, aun cuando provenía de mesas que no habían sido habilitadas. Hubo responsabilidades compartidas y una lección para aprender. Cuando las agresiones les ganan a las propuestas, cuando el enfrentamiento personal se impone a las ideas y cuando se presta más atención al odio que a la voluntad de superación propia, sucede lo que aquel 2 de marzo: perdemos todos.
El Esquiú.com