jueves, 16 enero, 2025

Recuperación económica y ajuste fiscal

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A prendimos en la facultad de Ciencias Económicas que el gasto público es parte de la demanda agregada, por lo cual la recuperación del nivel de actividad difícilmente se pueda conseguir vía el equilibrio fiscal logrado a través de una reducción de las erogaciones del Estado.

Hice trampa, porque la primera parte del párrafo anterior se refiere a un hecho, mientras que la segunda parte es una implicancia que surge de modelos macroeconómicos muy simplificados, de inspiración keynesiana, según los cuales siempre el nivel de actividad viene determinado por la demanda agregada, siempre inferior a los recursos productivos existentes.

Alberto Alesina modeló la situación contraria, que él denomina “austeridad expansiva”. La idea es la siguiente: el retiro de parte de la actividad pública posibilita, más que con creces, la expansión de la actividad privada. En inglés esto se denomina “crowding in”.

La Argentina de 2024 es un buen ejemplo del enfoque planteado por Alesina. Porque “no hay plata”, como objetivo, no fue modificado a lo largo del año que acaba de finalizar. No obstante lo cual el nivel de actividad descendió durante el primer semestre y se recuperó durante el segundo. Ajustado por estacionalidad, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) –proxi del PBI– de octubre de 2024 se ubicó 2,3% por encima del nivel de diciembre de 2023. Se promedian, como siempre, realidades heterogéneas, tanto desde el punto de vista sectorial como desde la perspectiva geográfica.

Según un reciente anuncio gubernamental, en 2025 se pondrán en marcha obras de infraestructura vial, inversiones en ferrocarriles, etcétera. ¿Cómo se explica esto? Muy sencillo: las inversiones en infraestructura, además de formar parte de la demanda agregada, mejoran el funcionamiento de la economía. Sobre esto, el Poder Ejecutivo Nacional tiene el tiempo en contra, porque las rutas se deterioran y, por consiguiente, el anuncio es bienvenido.

Queda la cuestión del cómo. A comienzos del siglo XXI los argentinos estropeamos buenas ideas, como la de inducir a hundir capitales, que se recuperarían con tarifas. Miles de millones de dólares, que provocaron enormes quebrantos como consecuencia del congelamiento de las tarifas mucho más allá de lo razonable. Es lógico, por ende, que quienes encaren estas obras pretendan tener mayores seguridades referidas a sus inversiones. No será fácil, pero esperemos que tampoco imposible.

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