viernes, 10 enero, 2025

Hoy se cumplen cinco años del primer fallecimiento a causa del Covid-19

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Wuhan, la ciudad de China en la que empezó el brote global, el 9 de enero de 2020 informó la primera muerte a causa del virus Covid-19. En menos de dos meses después, la Argentina tendría su primera víctima fatal

La víctima tenía 61 años, neumonía y un nombre que nunca se conoció públicamente. Su muerte se dio a conocer recién dos días después, el 11 de enero, en un comunicado oficial de la Comisión de Salud Municipal de Wuhan que la atribuía a “un brote de un virus aún no identificado”. La identificación del virus llegaría después: se trataba de Covid-19.

La muerte de ese hombre fue la primera de las 15 millones que produjo el Covid-19 entre 2020 y 2021, según estimó la Organización Mundial de la Salud a principios de 2022.

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El 11 de enero, cuando China confirmó que ese virus todavía enigmático que intentaban descifrar los científicos podía matar, había otras siete personas internadas en estado crítico a causa de esa misma enfermedad en Wuhan. De aquel primer muerto de identidad desconocida se supo, sí, que era habitué del mercado de Huanan. Allí, según determinaron distintas investigaciones, se produjo el contagio entre animales y humanos: en ese lugar se comerciaban sobre todo pescados, aunque también podían comprarse murciélagos o zorros.

Fue la agencia de noticias estatal china, Xinhua, la que difundió el comunicado de la Comisión de Salud Municipal de Wuhan que confirmaba un primer deceso, ocurrido exactamente hace cinco años.

La noticia resonó en el mundo, aunque el virus, en ese entonces, parecía todavía un problema lejano para casi todas las geografías. The New York Times decía, al replicar la noticia de la muerte: “La región de Wuhan está en alerta, pero no hay evidencia de que el virus pueda contagiarse entre humanos, según el comunicado emitido por China”. La palabra “tapabocas” no existía todavía en el diccionario de nuestras vidas cotidianas, ni “ventilación cruzada”, ni “cepa”.

No sólo parecía tratarse de un virus remoto, sino que por la poca información que había hasta ese momento -porque el conocimiento científico requiere tiempo y porque el estado chino retaceaba datos- la vía humana del contagio no asomaba como una amenaza. Faltaba poco para que nada de eso resistiera análisis y el mundo entero girara alrededor de ese virus que parecía ocuparlo todo.

El 30 de enero de 2020, apenas 21 días después de la primera muerte, en China ya había 130 víctimas fatales y se habían reportado contagios en otros 19 países. La Organización Mundial de Salud (OMS) declaró que el brote ya era una “emergencia de salud pública de interés nacional”. El 11 de marzo, dos meses después de que Xinhua confirmara que el “virus aún no identificado” podía ser fatal, la OMS hizo saber que la escala de la crisis era global: estábamos viviendo una pandemia.

En Argentina

Cuando la palabra “pandemia” se incorporó a nuestro diccionario de la vida cotidiana, Argentina, como tantos otros países del mundo, ya era parte del problema. El 3 de marzo, el entonces ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, confirmó que el virus había entrado a nuestro territorio y que ya había un caso registrado. Se trataría del “Caso 0″ en el país, un paciente que, en su vuelta desde Italia, presentó síntomas y fue internado en la Clínica Suizo Argentina: los móviles de televisión apuntaron sus cámaras a las ventanas del centro de salud, e hicieron saber que el paciente había pedido delivery de sushi.

Cuatro días después de esa confirmación por parte del funcionario, la muerte por Covid-19 alcanzó a un hombre argentino. Se llamaba Guillermo Abel Gómez y había vuelto de Francia: allí había nacido su nieta, y había viajado a conocerla. Guillermo tenía 64 años, hipertensión y diabetes. Quedó internado en el Hospital Argerich recién la tercera vez que se presentó en la guardia, con 40º de fiebre, diarrea e incapacidad total para mantenerse parado.

El primer hisopado de Guillermo resultó negativo, pero los síntomas de la neumonía que lo invadía empeoraban. Murió un sábado a la mañana, internado en la unidad coronaria del hospital de La Boca, no se había enterado de su diagnóstico, confirmado después por el laboratorio del Instituto Malbrán.

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