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¿De qué se priva una persona por temor o por vergüenza? ¿Cuántas oportunidades quedan atrás por prejuicios —propios o ajenos— que pesan más de lo razonable? En estos días circula con fuerza la idea de que «de los cuerpos ajenos no se habla», y es saludable que así sea, especialmente en una sociedad que suele someter a las mujeres a un escrutinio persistente.

Sin embargo, el cuerpo también es un relato: cada cicatriz, cada estría y cada tatuaje guarda una historia. Con el tiempo, ese cuerpo se transforma en el mapa de una vida atravesada por experiencias, desafíos y resistencias. Aun así, el pudor, la vergüenza o el miedo suelen empujar al «efecto cebolla»: cubrirse con capas para evitar exponerse.

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Cuando alguien logra soltar esa mochila —la que eligió cargar o la que le impusieron— empieza a moverse con mayor liviandad y se anima a lucir el bikini que muestra el cuerpo pero también la historia que lo atraviesa porque el bikini de colores no es solo una prenda: es un acto. Es desprenderse de las armaduras, caminar descalza, sentir el viento y animarse a cruzar las aguas. Es ocupar un espacio y afirmar: «ésta soy yo».

El bikini de colores representa mostrarse sin capas, libre aunque vulnerable, pero sin miedo. Atravesar las aguas significa abandonar la orilla, avanzar hacia lo profundo aun sin garantías de llegar al otro lado. En ese punto, cuando ya no hay referencias firmes, se revela algo esencial: todo depende de una misma. Ningún mar en calma hizo experta a una marinera.

Es justamente ahí, sin armaduras y apenas con ese bikini de colores, donde aparece la determinación real.Muchas personas comienzan cerca de la orilla, donde pueden hacer pie. Luego se animan a avanzar un poco más. Llega un día en que cruzan su propio dique, cualquiera sea su forma: físico, emocional o simbólico. Quien lo hace descubre que nadie pregunta si tenía «el cuerpo para hacerlo».

Entonces, comprende algo sencillo: el cuerpo siempre estuvo preparado. Lo que faltaba era el valor para ponerse, por fin, el bikini de colores.

(*) Por Basi Velázquez, periodista de Diario El Ancasti

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