El 26 de septiembre la Iglesia Católica celebra a San Cosme y San Damián, dos hermanos gemelos, mártires del siglo III, que son venerados como los patrones de los médicos, cirujanos y farmacéuticos. Su historia es un conmovedor testimonio de fe, caridad y sacrificio.
Nacidos en Arabia, ejercieron la medicina en Aegea (Cilicia, actual Turquía) y luego en Siria. Se distinguieron no solo por su habilidad como curanderos, sino también por el hecho de que practicaban la medicina de manera gratuita, por amor a Cristo y al prójimo. Eran conocidos como «anargyroi» (sin dinero), lo que aumentaba su fama y atraía a muchos a la fe cristiana.
Durante la persecución del emperador Diocleciano, Cosme y Damián fueron arrestados y sometidos a una serie de torturas brutales para que renegaran de su fe. Se les quemó, se les lapidó, se les crucificó y se les arrojó al mar, pero milagrosamente sobrevivieron a todo. Finalmente, fueron decapitados alrededor del año 303.
Su martirio heroico los convirtió en grandes ejemplos de fe y caridad. Sus reliquias se esparcieron por diversas partes del mundo, y su culto se hizo muy popular tanto en Oriente como en Occidente. Son invocados para la curación de enfermedades y como intercesores por aquellos que trabajan en el campo de la salud. Su fiesta nos recuerda el valor de servir a los demás por amor y la primacía de la fe sobre cualquier bien terrenal.