Es una enfermedad que se ve. Está en la piel. Y que se siente. Pica y genera costras e infecciones. Pero los especialistas coinciden en que la dermatitis atópica está invisibilizada en Argentina. Aún así, dejó de ser vista como un problema exclusivo de la infancia: cada vez se detectan más casos en adultos.
No se trata de una “nueva” dermatitis: lo que cambió es la capacidad de diagnosticarla. Los dermatólogos advierten, a la par, que se tarda demasiado en llegar al diagnóstico.
«La detección temprana es muy difícil porque es complicado conseguir una cita con un especialista. En los sanatorios privados los turnos se dan con meses de anticipación, y para cuando el paciente finalmente consigue ver al médico, es posible que sus lesiones ya no estén, lo que hace que la consulta sea menos útil«, dice a Clarín Andrea Santos Muñoz, dermatóloga del Hospital Alemán y miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD).
«El acceso a los dermatólogos es muy desigual, especialmente en el interior del país y en hospitales público», remarca.
Una encuesta online realizada sobre 1.650 pacientes argentinos y publicada en 2022 por la Revista de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) mostró que el 20% de los pacientes comenzó con síntomas en la adolescencia tardía o en la adultez. El resto, en la niñez.
“La enfermedad estaba ahí, lo que ocurre es que ahora se reconoce mejor”, resume la dermatóloga.
El principal síntoma de esta enfermedad inflamatoria crónica de la piel son los brotes recurrentes de picazón intensa, después del enrojecimiento. Pueden aparecer en la cara, el cuero cabelludo, las orejas, las manos y los pliegues de brazos y piernas.
No es contagiosa, pero su impacto en la vida social es profundo: altera el descanso, interfiere con las relaciones sociales en el trabajo o en la escuela, y puede asociarse a cuadros de ansiedad y depresión.
Ese estudio también reveló otro dato preocupante: en varias provincias los pacientes tardan hasta cinco años en obtener un diagnóstico. En ese tiempo, muchos pasaron por tres o más médicos, sin respuesta concreta. Solo el 45% calificó la relación con su médico como “muy buena”.
Mientras tanto, los síntomas avanzan. La picazón, que los pacientes describen como «insoportable», alcanzó un promedio de 8 sobre 10 en intensidad. Más del 60% lo definió como “alto”, y el 96% reportó sangrado o supuración.
Para mejorar el acceso a la atención médica, para Santos Muñoz es fundamental capacitar a todos los médicos para que puedan diagnosticar la dermatitis atópica.
«No es ‘avivar giles’. La formación continua en medicina y en dermatología es crucial. Cuanto más sepa un médico clínico o un pediatra sobre patologías dermatológicas, más rápido podrá hacer un diagnóstico y derivar al paciente a tiempo», explica.
Más allá de la piel
Según la misma encuesta, el 86% dijo que la dermatitis atópica afecta su calidad de vida. Frustración, ira, alteraciones del ánimo, estrés y problemas de sueño son algunas de las emociones que transitan estos pacientes. “Es mucho más que un sarpullido: es una enfermedad que desordena la vida entera”, dicen desde la Asociación Civil Dermatitis Atópica Argentina (ADAR).
El aspecto económico también salta a la vista. Casi un tercio de los encuestados reconoció que destina de su bolsillo el equivalente a una quinta parte de un salario mínimo en tratamientos. Y el 84% debe afrontar gastos extra en consultas, copagos y productos específicos.
«El costo del tratamiento para la dermatitis atópica es muy alto. Hay varios problemas, como el hecho de que parte del tratamiento, que incluye un limpiador y un reparador de la barrera cutánea, no está cubierto por las obras sociales. Las cremas reparadoras e hidratantes son esenciales para el tratamiento. Y muchas obras sociales sindicales no las cubren, ni siquiera cuando son el gold standard para ciertas patologías, como corticoides en crema», dice Santos Muñoz.
A pesar de que algunos laboratorios ofrecen cupones de descuento del 30% o 40%, remarca que «muchos colegas que viven en el interior del país no tienen acceso a estos beneficios porque no reciben la visita de representantes de determinados laboratorios».
Las videoconsultas, para la experta, también son una forma de democratizar el acceso a la salud.
«Muchos pacientes que viven lejos de las grandes ciudades pueden manejarse perfectamente a través de consultas virtuales. El problema es que tienen un costo que alguien debe asumir. Los profesionales que ofrecen este servicio de forma privada lo hacen porque lo que se les paga por prepaga u obra social es muy poco. A pesar de esto, la dermatitis atópica se puede resolver perfectamente con una videoconsulta«, señala.
En la adultez, la enfermedad suele estar más invisibilizada. «Según datos internacionales (no hay registros locales del número de pacientes en Argentina con dermatitis), se dice que un 10% del total de todos los pacientes con dermatitis atópica son adultos. Y un estudio de prevalencia que se hizo en el Hospital Italiano dio un 3% en la población adulta», dice a Clarín María Valeria Angles, coordinadora del grupo de trabajo de Dermatitis Atópica del la SAD.
Más allá de esa incertidumbre con los datos, Angles coincide en que «se están diagnosticando mas casos en adultos, porque se está haciendo más difusión y educación en los pacientes y los médicos». Sin embargo, la cifra real podría ser mayor: muchos siguen sin diagnóstico o bajo tratamientos erróneos.
En contraste, entre los chicos la prevalencia es más visible: el 25%. “Eso refuerza la idea de que la dermatitis atópica no aparece de repente en los adultos, sino que se detecta mejor gracias a la capacitación médica y la mayor conciencia pública”, remarcan las expertas.
Esa toma de conciencia se traduce en campañas. Este año se lanzó la quinta edición de la iniciativa nacional gratuita para facilitar turnos y acceso al diagnóstico, organizada por asociaciones de pacientes y sociedades científicas. La meta: que menos personas lleguen tarde al tratamiento.
Porque llegar tarde deja marcas. Los adultos con diagnóstico tardío enfrentan más complicaciones: desde ausentismo laboral hasta menor productividad, y en los niños, bajo rendimiento escolar. También aparecen ansiedad, estrés y, en los casos más severos, depresión.
Eso refleja también otra encuesta, realizada por Ipsos Argentina para Sanofi y difundida por el Día Mundial de la Dermatitis Atópica, el 14 de septiembre. A la hora de evaluar las emociones negativas, en algunos casos se triplican en los adultos: el 30% de los grandes siente soledad contra el 8% de los chicos, el 47% desgano (20% den los niños) y 44%, vergüenza (contra 23%). Los adultos también requieren más tratamientos, incluso en los cuadros moderados: 4 terapias contra 2,8 que reciben los menores de edad.
La enfermedad impacta de lleno en el trabajo y la vida social de los adultos. Casi el 85% de los pacientes, alerta el trabajo de la UNC, paga de su bolsillo gastos adicionales que el sistema de salud no cubre. La falta de acceso equitativo al tratamiento sigue siendo un reclamo central.
AS