También el 12 de septiembre se recuerda a San Guido de Anderlecht, un laico belga del siglo XI, venerado como patrón de los campesinos, los sacristanes y los cocheros. Su vida es un ejemplo de humildad, perseverancia y piedad en medio de la adversidad.
Guido nació en Anderlecht, cerca de Bruselas, alrededor del año 950, en una familia humilde de campesinos. Desde joven, se distinguió por su piedad y su caridad hacia los pobres. Trabajó como sacristán en la iglesia de Laeken durante muchos años, donde se dedicó con fervor a la oración y al servicio del altar.
Impulsado por el deseo de ayudar a los pobres, intentó emprender un negocio como comerciante, pero lamentablemente sufrió un naufragio que lo llevó a la ruina. Esta experiencia, lejos de desanimarlo, fortaleció su fe y lo impulsó a una vida de mayor entrega a Dios.
San Guido emprendió una serie de peregrinaciones a Roma y a Tierra Santa, viviendo en la pobreza y ofreciendo su sufrimiento a Dios. A su regreso, enfermó gravemente y falleció en Anderlecht alrededor del año 1012. Se le atribuyen numerosos milagros póstumos, y su tumba se convirtió en un centro de peregrinación. Su figura nos enseña que la verdadera riqueza reside en la fe y la caridad.