El 7 de septiembre, la Iglesia Católica conmemora a Santa Regina de Autun (también conocida como Santa Reina), una virgen y mártir del siglo III. Su vida es un conmovedor testimonio de la fe inquebrantable de los primeros cristianos frente a la brutalidad de la persecución romana.
Nacida en Alise (actualmente Alise-Sainte-Reine, Francia) en una familia pagana, Regina quedó huérfana de madre al nacer y fue criada por una nodriza cristiana, quien la instruyó en la fe. A pesar de la oposición de su padre y las leyes imperiales, Regina abrazó el cristianismo.
Cuando tenía quince años, fue descubierta y arrestada por el prefecto Olybrius, quien, impresionado por su belleza, intentó hacerla su esposa. Regina se negó rotundamente, declarando su virginidad y su amor exclusivo por Cristo. Su negativa provocó la ira del prefecto, quien ordenó que fuera sometida a crueles tormentos.
Fue flagelada, quemada con antorchas y encerrada en una oscura prisión. Se dice que en la prisión se le apareció una cruz luminosa y una paloma, que la fortalecieron. Finalmente, fue decapitada en el año 251. Su martirio se convirtió en un símbolo de pureza y fortaleza. Es una de las patronas de la juventud y es invocada contra la pobreza y las enfermedades.