miércoles, 13 de agosto de 2025 01:02
Desafío peronista
Mucho se habla del radicalismo por su agitado presente, pero el oficialismo catamarqueño enfrenta también un importante desafío en este año electoral, porque no es ajeno al impacto de la eliminación de las primarias. El peronismo, promotor de las PASO, hizo de esa herramienta un arma decisiva durante toda su gestión en la provincia, donde ejerce una hegemonía notable y transita el mayor período de su historia sosteniéndose en el poder, en virtud de una serie impactante de triunfos consecutivos, que incluyen cuatro elecciones a gobernador en 2011, 2015, 2019 y 2023. En la mayoría de esos test electoral, sobre todo los últimos, el peronismo destruyó a quien se le pusiera enfrente mucho antes de la elección general. Lo hizo porque en cada PASO arrasó y dejó sin energía ni entusiasmo a sus opositores, a partir de números que anulaban cualquier expectativa. Así, los comicios reales quedaron reducidos a un mero trámite formal, por ejemplo, en 2015, 2017, 2019, 2021 y 2023, cuando los guarismos de las primarias mostraban que no había manera de revertir el mapa.
Ventajas
Además de las lógicas ventajas de ser oficialismo, el PJ y sus alianzas de turno (Frente Para la Victoria, Unión Ciudadana, Unión por la Patria, Frente de Todos), se sirvieron de un factor clave para construir sus apabullantes triunfos: las PASO. Ello sucedía por la enorme movilización que cada primaria generaba. La cúpula partidaria siempre resolvió por sí misma las grandes candidaturas, sin competencia en los cargos electivos de mayor peso, pero hacia abajo abría el juego libremente y eso motivaba una movilización arrolladora. Así, podía haber más de una docena de precandidatos para una concejalía, y eso significaba poner a todo el aparato en marcha, barrios y pueblo enteros en las calles para apuntalar cada ilusión. Después, cuando llegaban los despechos, las decepciones y desilusiones, la gran contienda ya estaba resuelta. Por eso, generalmente, en las generales el oficialismo obtenía el triunfo por márgenes menores a los mostrados en las PASO. Pero ganaba, la misión estaba cumplida.
Ausencias
Ahora el panorama es distinto, no sólo porque las candidaturas tendrán que resolverse otra vez a la vieja usanza, esto es, una mesa chica; sino porque en las listas no estará ninguno de los tres grandes electores del PJ Catamarca: Lucía Corpacci, Gustavo Saadi y Raúl Jalil. Las listas, por ende, tendrán que hacer equilibrio para poner nombres atractivos en los primeros sitios, y al mismo tiempo repartir lugares para que se sumen con entusiasmo la mayor cantidad de sectores posibles. Con un agregado: a falta de caudillos políticos que sucedan a la primera línea, deberá construirse una campaña rápida y muy efectiva para cautivar a los votantes. La tarea no es sencilla, y por ello puede presumirse que el peronismo enfrenta la elección más difícil de los últimos años, al margen de que hay nuevos actores, como La Libertad Avanza, que sorprendieron en 2023 y quieren demostrar que no se trata de un fenómeno pasajero. Como fuere, las legislativas serán nuevamente la antesala de la gran elección de 2027, donde el PJ intentará cerrar el círculo de la revancha y asegurarse 20 años en el Gobierno, empardando la serie victoriosa del Frente Cívico y Social que tantas penurias le generó en su momento. Para el desenlace de la historia será determinante lo que suceda en octubre, y para ello lo serán las decisiones que se tomen esta semana.
Recuerdos
El 14 de agosto de 2011 se realizaban las primeras elecciones primarias de Argentina, para determinar las candidaturas para los cargos nacionales en las elecciones presidenciales y legislativas de octubre de 2011, encontrándose habilitados para la votación un total de 27.888.785 electores en 85.937 mesas. Fue doblemente histórico, porque además del debut de las PASO, por primera vez en el país, las mesas de votación fueron mixtas en todos los distritos. La reforma política que dio lugar a las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) surgió como reacción inicial a la inesperada derrota que sufrió el kirchnerismo en las elecciones legislativas de 2009, en las que Néstor Kirchner encabezó en la provincia de Buenos Aires una lista que llevó además entre los principales candidatos a Daniel Scioli y Sergio Massa. La propuesta de realizar elecciones primarias venía siendo sugerida desde muchos sectores y se usaba el ejemplo de Uruguay, de donde se adoptó su simultaneidad y obligatoriedad. Ambos conceptos fueron defendidos argumentando que, de lo contrario, se corría el riesgo de que otros partidos buscaran influir en elecciones ajenas. Siempre se dijo que algo de eso había sucedido -aunque no fue determinante- en la interna que protagonizaron Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide el 29 de noviembre de 1998, en la que el radical se impuso por el 63,66% contra el 36,33% de la dirigente del Frepaso. De esa elección no obligatoria tomaron parte 2.317.719 ciudadanos, algo más del 12% del padrón electoral que por entonces sumaba unos 19.000.000 de personas. Participaron afiliados a la UCR, al Frepaso e independientes; de hecho, más del 50% de los que votaron en esa elección eran independientes. Y tal fue la buena repercusión que tuvo que inmediatamente después el politólogo Rosendo Fraga se animó a decir que “tras la experiencia de la Alianza, las elecciones internas abiertas quedarán incorporadas a la vida política de la Argentina como dato permanente”. Curiosamente, la oposición defenestró enérgicamente a las PASO en su nacimiento, calificándolas como un despilfarro de dinero que tenía como único fin resolver la interna peronista. Después rechazaron enérgicamente su eliminación, considerándolas una garantía de calidad democrática. Tres lustros después, las PASO son un apenas recuerdo.
El Esquiú.com