domingo, 6 de julio de 2025 00:01
Ya ha comenzado el o invierno. ¿Qué significa esto? Además de que vas a poder usar abrigos, que seguramente tendrás un resfriado y que cuando vuelva el calor verás que estuviste engordando sin que te des cuenta.
Para nuestros antepasados, ganar kilos en invierno tenía una poderosa razón: con una capa extra de grasa tenían menos frío. (Seguro que has notado que cuando estás más gordo –o menos delgado– sueles tener más calor.) Esta realidad, no obstante, se ha extendido hasta nuestros días, pero con variaciones. Una investigación ha demostrado que tendemos a engordar en los meses fríos.
Esto ya es un inconveniente por sí solo, ya que en algunos casos los kilos que has ganado en verano (y que aún no has perdido) se suman a los que vas a engordar en los próximos meses, a menos, eso sí, que hagas algo para evitarlo.
Hay muchas razones por las que ganamos peso en otoño y acabamos de rematar la jugada en invierno. No obstante, no está todo perdido, ya que hay unos trucos que podemos aplicar para evitar que esto se agrave. Muy atentos:
1) No quieres salir de casa
El invierno es la peor época del año para hacer ejercicio, ya que cuesta mucho salir de la cama y del sofá. En verano, madrugar para salir a correr tiene su gracia. Incluso puedes verle el lado exótico al asunto. Pero en invierno, la verdad, es que pierde toda la gracia.
Y si vas al gimnasio, más de lo mismo. Llegas a casa cansado, harto de todo, y lo menos que te atrae es calzarte las zapatillas para ir a un recinto repleto de gente y con olores extraños.
El truco: hacer ejercicios en casa, ejercitarte según tus posibilidades físicas, moverte lo más que puedas y ayudarte saliendo a caminar cuando vas a comprar algo o a otros sitios.
2) Comes más calorías
La investigación citada anteriormente muestra que comemos más calorías, inconscientemente, en los meses fríos: a más calorías, más temperatura corporal.
El truco: reducir tu consumo calórico y optar por comidas calientes y ‘light’, como verduras asadas, cocidas, caldos caseros… Todo eso te saciará y mantendrá tu cintura en su sitio.
3) Menos luz
Es una excusa barata, pero es cierto que las pocas horas de luz que hay en invierno, hacen que engordes.
En verano antes de las siete ya salió el sol, y a veces cerca de las 21 sigue siendo de día. Ahora amanece muy tarde, y pasadas las 18 ya está oscuro otra vez.
La escasez de luz, además de deprimirnos y dejarnos un poco aturdidos, hace que nos recojamos antes en casa, o lo que es lo mismo, que bajemos nuestra actividad.
El truco: vence la pereza de la escasez de luz venciendo a la pereza, o vete por calles donde haya muchas farolas y asunto arreglado. Ojo, no vale refugiarse en los bares, que nos conocemos.
4) Comes más dulces por el frío
Numerosas investigaciones sugieren que tendemos a comer más alimentos dulces cuanto menos expuestos estamos a la luz.
El truco: si no puedes evitar comer dulces, intenta sustituir estos antojos por alimentos sanos, como frutas, y siempre consúmelos entes de las 19 horas.
5) Tienes más estrés
En vacaciones somos muy felices –unos más que otros–, pero con la llegada del otoño vuelve el estrés. El colegio de los niños, las elecciones, el trabajo, los proyectos… Un estado de ánimo que, según la Harvard Medical School, estimula el apetito y la preferencia por los alimentos grasos que cumplen una función reconfortante.
El truco: según un estudio puedes combatir el estrés con ejercicio aeróbico (correr, nadar, andar rápido…) o anaeróbico (Yoga).
6) Las juntadas
También en invierno nos juntamos con familiares y amigos, pero las reuniones se centran en algo exclusivo: la comida. Las cenas sociales no son malas, pero a veces son una competencia para ver quién lleva algo más rico, y es fácil tentarse. ¿Resultado? Terminás subiendo kilos entre la comida, los dulces y el alcohol.
El truco: si sabes que te vas a reunir, intenta comer solo proteínas en estas cenas y obvia los hidratos de carbono. Concéntrate en carnes, verduras y procurando evitar axcesos.
7) Bebes menos agua
En verano bebes más agua. El calor hace que te den ganas de refrescarte a toda hora. Pero en los meses fríos te olvidas de hidratarte, lo que hace que confundas sed con hambre y que en vez de agua consumas otras bebidas que te acaban engordando.
El truco: esfuérzate a beber agua durante todo el día. No hace falta que tomes los consabidos dos litros, pero sí que bebas asiduamente al menos un litro.
Notarás la diferencia, ya verás.