jueves, 12 de junio de 2025 00:46
Muchísimas figuras del oficialismo nacional y aspirantes a oficialistas que incluyen a radicales, macristas y otros sectores, brindaron por la ratificación de la condena a Cristina Kirchner y celebraron con sentidos discursos la impecable labor judicial, aventurándose incluso a emocionarse por la calidad institucional demostrada por este “nuevo país”, que según sus miradas vino a recibirse de serio con la eliminación de la principal figura opositora. Sería fantástico poder compartir esa sensación, sino fuera porque lo impide la evidencia de que domina la Argentina, en sus máximos estamentos judiciales, un grupo de autoridades designadas por mandamás del poder político y económico, que le quitaron a la dama de la espada y la balanza su condición de ciega para hacerla tuerta, y ver únicamente hacia un solo lado.
No se puede disimular esa realidad, cuando se recuerda, por ejemplo, que Mauricio Macri enfrentaba 214 causas judiciales incluso antes de asumir la presidencia, y luego de diseñar su corte como un traje a medida -designando incluso por decreto a dos de los magistrados que aún permanecen en el tribunal supremo- vio con tranquilidad que no prosperó ninguna.
Acusaciones como “estafa y asociación ilícita”, “abuso de autoridad y violación de deberes de funcionario público”, “enriquecimiento ilícito”, “falsificación de documentos públicos”, “amenazas y abandono de personas”, espionajes y negociados denunciados -incluso por su luego aliada Elisa Carrió- permanecen en un freezer inalterable. Cuando la Corte recibió la causa del Correo, lo que hizo fue remitirla a manos de la justicia de CABA, gobernada por el macrismo, donde descansa en paz.
Cuesta no recordar el nombre de Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, operador de la mesa judicial del macrismo, que se fugó del país durante años y regresó cuando los amigos le dictaron el sobreseimiento, puro y limpio como si se hubiera bañado en las aguas de Lourdes. Cuesta creer que el azar haya determinado que citen a Cristina a declarar por 8 causas en un mismo día, que de 14 causas 13 hayan quedado en manos “por sorteo” de su fallecido hater Claudio Bonadío.
O que cualquier juez lejanamente cercano al peronismo sea desplazado por corrupto, mientras los impolutos son los que jugaban al fútbol con Macri. Como cuesta también tomar en serio las proclamas de Patricia Bullrich, una señora que cambia de partido como de bombacha, que ha pasado por el menemismo, el desastre de De la Rúa, el desastre de Macri y, tras ser candidata presidencial, mutó a ministra libertaria de su rival a la semana de perder la elección; para decirnos ahora que esta República donde se derrochan esfuerzos para no investigar el caso $LIBRA goza de buena salud.
Cada quien puede tener el discurso que quiera y declarar lo que le convenga. Sólo deberían tener en cuenta que el nivel de idiotez necesario para creerles es cada vez mayor. Porque día a día se hace más difícil no ver lo que está sucediendo.
El Esquiú.com