A diferencia de lo que ocurre o ha ocurrido en otras naciones latinoamericanas en los últimos años, en Argentina se sostienen garantías de transparencia electoral desde la recuperación de la democracia en 1983. Aunque nunca falten comportamientos clientelares, intentos de manipulación de la voluntad electoral o incluso resultados dudosos en algunas pocas mesas electorales, en términos generales los resultados de cada uno de los comicios nacionales, provinciales e incluso municipales, han terminado siendo convalidados por la inmensa mayoría de los protagonistas de las elecciones y por las propias instituciones.
Sin embargo, las nuevas tecnologías, que no son ni buenas ni malas en sí mismas, están siendo utilizadas, a veces con mayor éxito que en otros, para incidir en el sentido del voto ciudadano. Se trata de un fenómeno global con antecedentes de enorme gravitación política –recuérdese el caso de Cambridge Analytica- pero con algunas manifestaciones también en la Argentina.
La operación política es burda no solo porque es fácilmente verificable su falsedad, sino también porque es motorizada por cuentas cuya vinculación con el gobierno es obvia. La operación política es burda no solo porque es fácilmente verificable su falsedad, sino también porque es motorizada por cuentas cuya vinculación con el gobierno es obvia.
La impermeabilidad de los medios de comunicación para operaciones que no por burdas pueden catalogarse como ineficaces, convierten a las redes sociales, ámbitos virtuales donde los chequeos de verificación de la calidad de la información son casi nulos, en los canales predilectos para verter contenidos falsos que intentar direccionar los votos en un sentido determinado.
Para lograr tal cometido llega ahora en auxilio la Inteligencia Artificial, sobre cuya utilidad puede también haber alternativas divergentes. Es decir, se puede recurrir a ella para lograr propósitos virtuosos, o todo lo contrario. En este caso, todo lo contrario. El hecho es que militantes digitales de La Libertad Avanza crearon y difundieron, en las horas previas a la realización del acto electoral de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un video falso generado con IA que simula declaraciones de Mauricio Macri en las que pide votar por Manuel Adorni al tiempo que anuncia que se baja la candidatura de Silvia Lospennato.
El video es, por cierto, parte de una campaña sucia digital impulsada por cuentas de redes sociales que responden al oficialismo nacional. Uno de los que compartió la pieza apócrifa es Daniel “El Gordo Dan” Parisini, quien es el principal operador digital del gobierno y habitual entrevistador en su programa de streaming del presidente Javier Milei, de quien es amigo.
La operación política es burda no solo porque es fácilmente verificable su falsedad –aunque esa característica no le resta eficacia para influir en votantes que no suelen tener una posición crítica acerca de las redes sociales-, sino también porque es motorizada por cuentas cuya vinculación con el gobierno es obvia.
No se trata apenas de una travesura o una contravención menor. Queda claro que es, como lo sostuvo el propio Macri, una suerte de intento de fraude electoral, con implicancias gubernamentales que deberían investigarse para evitar que se repitan en el futuro, afectando una dinámica electoral en la Argentina que hasta ahora tiene un prestigio bien ganado.