lunes, 12 de mayo de 2025 02:04
La elección de León XIV como sucesor de Francisco marca el inicio de una etapa que combina continuidad con la expectativa de respuestas más claras ante viejos y nuevos desafíos. Su historia, su elección y su perfil despiertan interrogantes y esperanzas en una Iglesia que sigue buscando reencontrarse con su tiempo. Robert Francis Prevost, ahora León XIV, es el primer papa nacido en Estados Unidos, pero su identidad espiritual y pastoral se forjó lejos de Chicago. Enviado como misione- ro agustino a Perú en 1985, trabajó durante más de dos décadas en zonas rurales del norte del país, donde se hizo conocido por su cercanía con las comunidades más vulnerables y por su compromiso en la defensa de víctimas de abusos. Esta trayectoria fue reconocida por el papa Francisco, quien lo nombró obispo de Chiclayo en 2015 y más tarde lo llevó al corazón de la curia como prefecto del Dicasterio para los Obispos.
Su elección el 8 de mayo de 2025, apenas semanas después de la muerte de Francisco, fue sorpresiva. No estaba entre los nombres más mencionados, pero obtuvo rápidamente el consenso necesario: 89 de 133 votos en cuatro rondas. Al asumir el pontificado, eligió llamarse León XIV, en homenaje al papa León XIII, autor de Rerum Novarum, una encíclica clave para la Doctrina Social de la Iglesia. Con ese gesto, el nuevo pontífice señala su intención de retomar y actualizar esa mirada frente a los desafíos que plantea la inteligencia artificial y la transformación del trabajo en la era digital. Su primer mensaje como papa incluyó un emotivo recuerdo de su predecesor y un saludo en español al pueblo peruano, un guiño afectivo que reafirma su cercanía con América Latina. León XIV ha sido descrito como defensor de valores laicos ilustrados como la igualdad, la justicia y la dignidad humana. Ha mostrado firmeza en temas como la inmigración y el rol de la mujer en la Iglesia. También ha defendido la continuidad del proceso sinodal y el impulso renovado al espíritu del Concilio Vaticano II.
Su trayectoria no está exenta de zonas grises. Si bien su postura en defensa de los derechos humanos y las víctimas de abusos ha sido reconocida, también ha sido objeto de críticas por su manejo de casos específicos de abuso sexual, tanto en Chicago como en Perú. Aunque se mostró públicamente a favor de la denuncia y de la transparencia en estos casos, aún hay quienes consideran que su respuesta no ha sido lo suficientemente efectiva o rápida. Al margen de eso, en sus primeros días como pontífice, mostró su interés por la renovación de la Iglesia, un tema que fue central en el pontificado de su antecesor. En particular, expresó su intención de renovar el compromiso con las reformas del Concilio Vaticano II, buscando una Iglesia más inclusiva, cercana y abierta al diálogo con el mundo moderno. También ha defendido la ampliación del rol de la mujer en la Iglesia y la apertura a nuevas formas de vivir la fe, sin abandonar el compromiso con los principios cristianos fundamentales. En este sentido, su postura en la sinodalidad –el caminar juntos– resuena como un llamado a la unidad y a la colaboración.
Hoy, como papa, León XIV enfrenta una Iglesia que debe lidiar con una secularización creciente y con la necesidad de adaptarse a una sociedad que cambia a un ritmo acelerado.
También tiene la oportunidad de continuar el legado de Francisco, de mantener viva la llama de la justicia social, la inclusión y la cercanía con los más desfavorecidos. Su elección no fue esperada, pero sin duda trae consigo la esperanza de una renovación en el liderazgo de la Iglesia Católica, con un enfoque renovado en los valores fundamentales del cristianismo, pero también con la conciencia de los grandes desafíos que le esperan. León XIV, al igual que sus predecesores, será juzgado por su capacidad para liderar a la Iglesia en tiempos de transformaciones sociales y culturales.
Y si algo se puede anticipar, es que no será un camino fácil, pero su vocación y cercanía con la realidad de los pobres y las víctimas podrían llevar a una nueva etapa para la Iglesia, una que busque ser verdaderamente “una Iglesia en salida”. No será fácil. Pero si algo ha mostrado este nuevo pontífice es que su vocación no nació en los pasillos del poder, sino en el barro de la misión.