A tono con la prédica negacionista respecto del cambio climático, el Gobierno nacional desestima la importancia de los trabajadores que realizan permanentemente aportes para el cuidado ambiental. De otro modo no se entiende la aplicación de la motosierra que afectó o eventualmente afectará a guardaparques o brigadistas que luchan contra los incendios forestales.
Un caso de emblemática actualidad se registra en el sur del país. En medio de los incendios que ya afectaron miles de hectáreas en las inmediaciones de Bariloche, el Gobierno despidió a brigadistas y aún no les renovó el contrato a otros 500, que pese a estar en un limbo laboral, sin saber con exactitud si en los próximos meses cobrarán sus sueldos, trabajan a destajo, y a veces con recursos también diezmados por el ajuste aplicado por el Gobierno nacional, contra las llamas.
Todos los informes de organismos oficiales y organizaciones ambientalistas nacionales e internacionales señalan con argumentos certeros que en los próximos años se registrarán eventos climáticos cada vez más extremos. Un estudio sobre incendios, cambio climático y salud firmado por especialistas de la Red Clima y Salud de América Latina advirtió en noviembre que el cambio climático duplicó los incendios en las últimas décadas. Otro, publicado por la Universidad de East Anglia, el Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido, la Oficina Meteorológica y el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo, consigna que los incendios forestales sin precedentes que se produjeron durante 2023 en Canadá, Grecia y la Amazonia fueron al menos tres veces más probables debido al cambio climático.
Un trabajo realizado en 2021 por la Administración de Parques Nacionales calculó que para poder combatir el fuego en las más de 50 Áreas Protegidas del país se necesitan 700 brigadistas de incendios forestales. Es decir, hay muchos menos brigadistas que los necesarios; sin embargo, es propósito oficial reducir aún más ese número.
La postura gubernamental solo puede entenderse por el negacionismo ambiental y por la determinación de objetivo prioritario del ahorro del gasto público, no importan las consecuencias que traiga aparejadas.
La actitud negacionista no resiste ningún análisis. Sobran las evidencias científicas, acumuladas durante más de medio siglo, acerca de los efectos devastadores del calentamiento global, que exigen medidas consecuentes para atenuar su impacto inevitable.
Por otro lado, la visión meramente fiscalista es un error aun dentro de su propia lógica. Los escasos ahorros que puedan llegar a hacerse en los sueldos de los trabajadores despedidos son insignificantes si se lo compara con las pérdidas económicas que ocasionan los incendios en zonas de tanta variedad en cuanto a la flora y la fauna.
Es de esperar que la magnitud de los daños que los incendios están ocasionando en el sur del país sea argumento suficiente para frenar los recortes, salvando recursos, materiales y humanos, que son valiosos para la preservación ambiental y también para el ahorro de dinero.n