La imagen de la Virgen del Valle era llevada por sacerdotes, mientras los hombres iban encolumnados por las veredas. Detrás se ubicó el gobernador con su comitiva, seguido de la guarnición militar, con su banda de música. También estaba el gobernador electo, Gustavo Ferrary. Finalmente, con toda devoción, se encontraban las mujeres. Las calles estaban adornadas con banderas, gallardetes, colgantes y veintiún arcos de triunfo. Desde las azoteas y balcones una lluvia de flores caía sobre el trono procesional. En la avenida norte de La Alameda se había levantado el amplio escenario donde se efectuaría la ceremonia. Allí estaba el altar y sobre él se erigió el pedestal-trono para la sagrada Imagen.
Una vez concluida la procesión y colocada Nuestra Señora del Valle en el pedestal se inició la Misa Pontifical. Finalizado el Santo Sacrificio, se cumplió el acto más esperado y emotivo: la solemne Coronación. Se leyeron los decretos del Capítulo Vaticano, de la institución de la festividad de nuestra Virgen y la concesión de indulgencias. El delegado apostólico Monseñor Padilla y Bárcena entonó el “Regina Coeli” subiendo las gradas del altar, donde recibió el símbolo regio de manos de Fray Rosa Quiroga, a quien acompañaba el vicario Segura como padrino. Entonces el prelado colocó la áurea corona a la augusta Imagen.
El vicario Segura, con los ojos cubiertos de lágrimas, veía cumplido su ansiado sueño: Santuario concluido, coronada la Madre amantísima y, días después, inaugurado el Seminario Eclesiástico, al que el vicario consideraba “el monumento vivo, el perenne recordatorio” de las memorables fiestas de la Coronación. El acto final de esta histórica jornada fue el regreso triunfal de la Reina coronada hasta su Santuario, acompañada del fervor de 30.000 devotos.
Características de la imagen
Una bella escultura de 42 cm de pies a cabeza, nuestra imagen es una talla de madera, muy a la usanza de la época, fabricada para el culto doméstico, pero de un esplendor particular que la hace distinta a sus pares.
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Su rostro de un moreno aceitunado no tiene características raciales definidas (india, española, mestiza o negra), de mirada serena, frente amplia y pura, casi adolescente y sonrisa misteriosa, cabellos largos y castaños, ojos grandes contemplativos, pómulos altos y rubor en las mejillas.
Sus manos grandes, juntas en el pecho levemente inclinada a la derecha, no pega sus palmas, dejando un cuenco como si portara algo entre ellas.
El maniquí del cuerpo, someramente tallado en breve cintura, desciende recto y se incrusta en la triple peana de madera escalonada.
El vestido de canesú rosa claro con puntilla en el cuello se continúa en la falda de color natural y profundos pliegues con profusión de barras finas y doradas en sentido horizontal que le dan brillo al color, bordado con pequeñas flores de lis rojo, intercaladas con sutiles diseños de flores de seis puntos azules.
Entre la camisa y la falda un cinto azul profundo con líneas doradas al tono de los puños en posición alta de embarazada.
El manto de tela engomada y rígido como la falta es de un azul oscuro intenso, constelado de estrellas doradas en distribución romboidal, se desprende de la cabeza a los pies por detrás en profundos pliegues y borde en cinta dorada. De frente se advierte el forro rojo indio con bastones pequeños dorados entrecruzados.
Los pliegues delanteros, más amplios por rara coincidencia tienen el formato de las montañas del Valle, según el escudo del fundador Don Fernando de Mendoza y Mate de Luna: doble el derecho, que representa el Ambato y simple el izquierdo representando el Ancasti. Dejando el vestido como surcos labriegos del Valle que, derramado sobre la luna, cuyos cuernos aparecen pequeños y plateados, completan con la inscripción de la peana la Imagen de la Pura y Limpia Concepción.
Esta joya del arte fue revestida por un vestido blanco (natural) como capucha que sólo deja asomar las manos y el rostro, y una capa celeste, luego sustituida por un manto, para sostener la corona.
La imagen fue suplementada con discos de algarrobo, en principio dorados, hasta alcanzar el metro; una gran luna de plata en el altar o de oro en el trono festivo. Desde 1891 lleva en su cabeza de modo estable la corona.
La imagen tiene claras reminiscencias guadalupanas, y es un ícono de fascinante atracción con silenciosa sencillez.
Aquellos indios cristianizados que la veneraban con sus gestos culturales en la Gruta de Choya, habrían encontrado en Ella el mismo atractivo que los españoles y el resto de vecinos y visitantes, afincados y peregrinos como hasta el día de hoy.
Fuente: Libro María, 400 años de amor
Pbro. Mario Gustavo Molas
Detalles de la corona
La corona de la Virgen del Valle tiene inscriptos en su cintura, o base, los nombres de las 16 provincias que conformaban la República Argentina en 1891. Intercalados por un diamante, los nombres están escritos en unas pequeñas franjas puestas en forma oblicua. Los gajos que bajan desde el centro de la corona representan la viña, imagen de la Iglesia que tiene a Cristo por viñador. Entre cada gajo hay una flor de lis. La flor de lis simboliza la realeza. La cruz de la corona termina también con una flor de lis. En el cubo superior se encuentran las imágenes de Manuel de Zalazar, el escudo de la Virgen, el del Papa León XIII que aprobó la coronación de la imagen y el escudo de la Nación Argentina.
La coronación pontificia es una práctica que se realiza a imágenes de la Santísima Virgen María, a las que por razones especiales se les ofrece gran veneración. Es un modo de reconocer que la bienaventurada Virgen María fue elevada en cuerpo y alma a la Gloria celestial y que con toda razón se la debe tener e invocar como a Reina, ya que es Madre de Cristo, Rey del Universo.
Los obispos de Catamarca
La Diócesis de Catamarca se creó en 1910 y el primer obispo fue Monseñor Bernabé Piedrabuena, quien era obispo auxiliar de Tucumán, que se hizo cargo recién el 20 de abril de 1911. Se mantuvo hasta 1923 y hasta que se designó el segundo obispo, en 2027, Piedrabuena fue administrador apostólico.
Bernabé Piedrabuena (1911-1923)
Inocencio Dávila y Matos (1927-1930)
Vicente Peira (1932-1934)
Carlos Hanlon (1935 – 1959)
Adolfo Tortolo (1960 – 1962)
Pedro Alfonso Torres Farías (1963 – 1988)
Elmer Miani (1990 – 2007)
Luis Urbanc (En funciones desde 2007)
El Museo de la Virgen del Valle
Está ubicado en la vieja sede del Obispado, en República 449 de esta Capital, que se construyó en 1909 y funcionó como tal hasta 1941, cuando la sede fue trasladada a su actual ubicación en calle San Martin 655 por iniciativa de Monseñor Hanlon. A partir de ese momento comenzó a funcionar la Biblioteca Monseñor Bernabé Piedrabuena hasta el año 2012, cuando comenzaron las refacciones para luego abrir sus puertas como Museo de la Virgen del Valle en 2018.
Su finalidad primordial es rescatar, conservar, acrecentar y documentar el patrimonio religioso de la Patrona de Catamarca, promoviendo su difusión y exhibición para conocimiento y valoración de la comunidad Catamarqueña y de todos los visitantes y peregrinos de nuestro país y el mundo.
En este sentido el Museo de la Virgen del Valle debe ser el reflejo de la real trascendencia que tiene Nuestra Santísima Madre para Catamarca, como así también, el compromiso y agradecimiento del pueblo y de quienes lo visiten.
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Historia de la Ermita
Entre los años 1618 y 1620, en la quebrada de Choya, un hecho inesperado marcó el inicio de una devoción que perdura hasta hoy. En un sendero frecuentado por mujeres de la zona, un nativo halló una pequeña imagen de la Virgen María. Su ubicación no era casual: estaba resguardada en un nicho natural de piedra, a siete metros de altura.
La noticia llegó rápidamente a oídos de Manuel de Salazar, administrador del Valle de Catamarca, quien decidió trasladar la imagen a su residencia en la actual localidad de San Isidro, en el departamento Valle Viejo.
Fue en 1626 cuando se construyó el primer templo para venerarla, una modesta capilla que con el paso del tiempo sería conocida como la “Ermita de la Virgen del Valle”.
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El traslado definitivo de la imagen desde la casa de Salazar hasta esta primera capilla se convirtió en un evento clave en la historia de Catamarca. Sin embargo, la fecha exacta de este momento sigue siendo un misterio. Algunos documentos apuntan a que ocurrió entre 1638 y 1640, mientras que otras investigaciones sugieren que podría haber sido en 1630. Lo que sí está claro es que el traslado fue un acto de devoción en el que la imagen fue llevada con cuidado y reverencia por la comunidad.
La imagen de la Virgen del Valle permaneció hasta 1695 y luego de diversos cambios de templos, se trasladó definitivamente a la nueva iglesia construido en la ciudad y ubicada por ese entonces en el predio donde se construyó tiempo después la Catedral Basílica.
En 1916, el primer obispo de la diócesis monseñor Piedrabuena adquiere este solar con la idea de construir la ermita de la Virgen del Valle. Una década después, en septiembre de 1926, el arquitecto Rafael Arch finalizó los trabajos de restauración de la construcción tal como se la conoce hasta hoy. El altar de la virgen es corte neoclásico con adornos barrocos y combina la pintura con el pan de oro. Fue declarada monumento histórico nacional en 1974.
Historia de los milagros
La cadena milagrosa
El relato comienza en 1620, en el Perú, donde un caballero acaudalado luchaba contra una enfermedad que ningún médico de la época podía aliviar. Desesperado y al borde del agotamiento físico y espiritual, decidió partir hacia Catamarca en busca de una última esperanza: la Virgen del Valle, cuya fama de milagrosa ya había comenzado a extenderse por la región.
Transportado por sus servidores, llegó al santuario con dolores insoportables y rogó fervientemente por su salud. Como gesto de gratitud, ofreció una cadena de oro con un pelícano de oro macizo de 18 quilates, decorado con nueve esmeraldas incrustadas, un símbolo de sacrificio y redención en la iconografía cristiana.
Milagrosamente, el caballero sanó y emprendió el viaje de regreso a su hogar. Al pasar por Santiago del Estero, se encontró con un conocido, quien quedó atónito al verlo completamente recuperado. En su relato, el caballero confesó haber dejado la valiosa cadena como ofrenda a la Virgen, pero agregó un comentario desafortunado: «Tuve que pagar con una joya de gran valor».
Sin embargo, al despertar el caballero sintió dolores más intensos que nunca. Alarmados, sus criados buscaron explicaciones, y bajo su almohada encontraron la cadena que había dejado en Catamarca. Comprendió entonces que la Virgen no aceptaba ser «pagada» por sus milagros.
La historia cuenta que el caballero regresó al Valle de Catamarca. Colocó nuevamente la joya a los pies de la imagen de la Virgen y suplicó su perdón. La Virgen, según el relato, lo curó por segunda vez, y la cadena quedó para siempre como un testimonio de esta historia singular.
Actualmente, la cadena se encuentra en el museo de la Virgen del Valle.
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El jarro de la Virgen
Con el histórico nombre de “Jarro de la Virgen” existe en el Santuario de Catamarca un jarro de plata, sin asas y con algunas molduras en sus bordes. Sintetiza, como los innumerables ex-votos de la actualidad, un conocido y comentado prodigio de la Virgen Santísima. El sabio Don Manuel Lafone Quevedo, en “La Virgen del Valle”, de 1894, narra lo siguiente:
“Es el caso que en los límites de Córdoba con La Rioja vivía un campesino que cayó enfermo y sentía aproximarse la última hora. Cuando las ansias de la muerte lo apuraban, acordó de la Virgen del Valle y le rogó que lo amparase, prometiéndole ir a su Santuario. Ni bien concluyó el pobre enfermo su oración, desapareció la fiebre de que adolecía y se sintió aliviado, quedando enseguida sano y bueno. Agradecido y ya convaleciente, se puso en camino para cumplir su promesa.
Mientras esto sucedía, se notó en la iglesia Matriz de Catamarca que faltaba el famoso Jarro de plata; en vano fueron todas las pesquisas y todos sospechaban que se trataba de algún ladrón y de un hurto sacrílego. No transcurrieron empero muchos días, cuando se presentó un campesino al Cura con las alforjas al hombro. Después de referirse su enfermedad y curación, con la simple promesa a la Virgen del Valle, contó que había salido de su casa en viaje a Catamarca y que en la travesía de las salinas desfallecían de sed él y la bestia en que montaba. Encomendase de nuevo a la Virgen, y advirtió de pronto que muy cerca había un hermoso jarro de plata del que bebieron él y su mula, sin que se agotase el contenido. El jarro lo metió en las alforjas; se lo presentó al Cura y éste, admirado, reconoció la prenda que se perdió de la sacristía”.
El Camarín de Nuestra Madre del Valle
Hay un lugar muy especial que la gran mayoría de los catamarqueños y turistas que llegan a nuestra provincia visitan cuantas veces pueden. Es el Camarín de la Virgen del Valle, inaugurado el 5 de mayo de 1916.
A esta capilla construida sobre la sacristía de la Catedral Basílica, se accede mediante unas escalinatas que permiten llegar a los pies de la venerada imagen hallada en Choya.
El Camarín tiene tres naves levantadas con un estilo arquitectónico muy particular, ya que se ha debido ajustar a las exigencias de las dimensiones estrechas del lugar. Los vitrales ubicados en las ventanas laterales, en el fondo del templo y en los accesos, brindan una luminosidad especial a este espacio tan propicio para la meditación y el encuentro con Dios, a través de la Madre Santísima.
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La construcción de este espacio fue realizada con motivo de los 25 años de la coronación de la venerada imagen de la Virgen. Hasta ese momento, el espacio de la Catedral concluía con el retablo ubicado en el altar mayor, donde se encontraba la venerada imagen. Atrás del altar mayor, en 1916, se construyeron la actual sacristía y la capilla a la que denominamos Camarín.
Para su centenario un equipo técnico especializado llevó adelante una tarea de restauración y puesta en valor de este sector del Santuario de Nuestra Señora del Valle, con obras de iluminación interior-exterior, carpintería, reparación de barandas, entre otros detalles.
Virgen de El Rodeo
El mayor monumento a la Virgen del Valle, que forma parte de la obra «Camino de la Fe», como se denomina el proyecto, fue inaugurado el 2 de septiembre.
La majestuosa obra comienza desde el camino de la Ruta Provincial N°4 hasta la cima de la montaña, con una extensión de 5.900m. El lugar fue pensado estratégicamente, teniendo una vista panorámica donde se puede apreciar las localidades de La Puerta, El Rodeo y Las Juntas.
Este proyecto, que se originó hace nueve años a partir de una iniciativa del empresario, se materializó en base a un acuerdo con el municipio y la Iglesia de Catamarca. La obra comenzó en 2015 y hoy se encuentra a la vera de la ruta N°4.
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El monumento, denominado “Camino de la Fe”, es una estructura de más de 52 metros de altura, superando en altura al Cristo Redentor de Río de Janeiro.
Ubicada en medio del cerro, a unos 6 kilómetros de la ruta, esta obra tiene como fin convertirse en uno de los mayores atractivos turísticos de la Villa. La segunda parte del proyecto, actualmente en construcción en la parte inferior del cerro, incluirá un espacio de recepción con bar, sanitarios y otras comodidades para los visitantes, tanto religiosos como aquellos interesados en conocer el nuevo atractivo.
Por su parte, el autor del proyecto, el empresario Walter D’Agostini, se mostró muy emocionado por ver concluida la primera etapa de su iniciativa. «Ésta es una noche muy especial, porque poder culminar con la primera etapa de este proyecto es una gran alegría», dijo.
Si bien resaltó que el monumento surgió por una iniciativa propia, el empresario indicó que espera que «todos los catamarqueños sientan que la obra también es de ellos».
«Esto es lo que necesitamos nosotros para tener un poquito más de fe y cariño con nuestra provincia», sostuvo.
Al lugar no se puede acceder en vehículo, sino que se hace con un transfer. El costo es de $10.000 para jubilados, menores de 12 años y rodeínos, $15.000 para el resto de los catamarqueños, $20.000 para argentinos y $25.000 para extranjeros. Para peatones, el costo es de $3.000 que incluye un seguro de rescate. Se pueden hacer reservas en 3834591979.
Homenaje de los gauchos
Esta tradicional peregrinación gaucha nació en el año 1992 cuando el padre Juan Orquera partió desde el departamento Capayán hasta el Santuario mariano, con 12 jinetes.
Desde entonces, cada año se sumaron más gauchos a caballo de la zona, luego fue creciendo con la participación de agrupaciones de localidades vecinas y en los últimos años, otras provenientes de las provincias de Tucumán, La Rioja, Santiago del Estero, Jujuy, Salta y Córdoba, entre otras provincias hermanas. De esta manera, varones y mujeres montan sus caballos durante días completos para ser protagonistas de esta travesía de tradición y fe mariana.
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Misachico
A fines de febrero se realiza hace más de 50 años el Festival del Misachico en Villa Vil, Belén. Allí fieles de diferentes pueblos de la puna llegan a rendir homenaje a la Virgen del valle y a sus santos patronos. El alba despunta entre los cerros coronados de nubes cuando los misachicos bajan por los senderos llevando a sus santitos al ritmo de las cajas, el acordeón y las quenas. Grandes, jóvenes y chicos han peregrinado horas y hasta días para llegar a Villa Vil a cumplir una promesa de devoción y fe que sigue vigente.
Fotos: Ariel Pacheco – Archivo Diario El Ancasti – Archivo Diario La Unión – Hemeroteca Municipal
50 años como Patrona Nacional del Turismo
El 20 de marzo de este año se cumplió el 50° aniversario de la declaración de la Virgen del Valle como Patrona Nacional del Turismo, mediante el Decreto Nº 856/74 del 20 de marzo de 1974, durante la presidencia del general Juan Domingo Perón.
En los considerandos del decreto se expresa “el anhelo y el fervor religioso del pueblo catamarqueño hacia la Inmaculada y venerada Virgen del Valle, de que sea declarada Patrona Nacional del Turismo”.
Asimismo, resalta que “ese anhelo es fiel reflejo de la profunda esperanza del pueblo catamarqueño a su Virgen Morena; que todo el pueblo argentino es partícipe y solidario en esa comunión espiritual que trasciende el ámbito provincial y se proyecta a toda la República, en demostración cabal del amor que le profesa a la Santísima Virgen del Valle toda la Nación”.
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“Esa devoción, fe y esperanza de los argentinos -indica- es motivo de tradicionales peregrinaciones hacia la querida Catamarca, cuna de egregios patriotas que lucharon por la patria y contribuyeron con su sacrificio a construir nuestra nación libre y digna”.
También afirma “que a través de las festividades que se originan en la devoción a la Virgen del Valle, se abrió un amplio, importante y cada vez más creciente desarrollo turístico en la provincia de Catamarca; y que ese desarrollo amalgama, en conjunción ideal, a la profesión de fe y al deseo de conocer y contemplar las bellezas de la tierra nativa, gozar de su clima y de la proverbial hospitalidad lugareña”.
A partir de estos fundamentos, “el Gobierno Nacional, haciéndose intérprete del sentimiento popular, estima necesario, adecuado y justo reafirmar la adhesión a la Inmaculada Virgen del Valle y, asimismo, destacar la importancia y trascendencia que esa vocación espiritual volcó en el desarrollo del turismo interno e internacional”, manifiesta el instrumento legal. Por ello, “el Presidente de la Nación Argentina declara Patrona Nacional del Turismo a la Inmaculada Virgen del Valle de Catamarca”.
Otros patronazgos
La Virgen del Valle de Catamarca también es patrona del Noroeste Argentino, patrona de Catamarca, patrona de la diócesis de Añatuya y protectora de la diócesis de La Rioja, patrona nacional del Paracaidismo, patrona de los Algodoneros del Chaco, patrona del Festival de Cosquín y patrona de la Feria Internacional del Turismo.