Toto Ferro se toma un instante, mientras habla sobre su nueva película Simón de la montaña, que se estrenó el jueves luego de haber ganado la Semana de la Crítica en Cannes, para meditar sobre la fama que le otorgó El Ángel, el exitoso filme de Luis Ortega donde fue protagonista.
El actor le da una larga pitada a su cigarrillo armado antes de contar que “nadie te prepara para perder el incógnito». Y agrega: «Lo viví desde chico y te afecta, pero traté de manejarlo y no volverme adicto al reconocimiento. Uno, obviamente, quiere ese reconocimiento, pero hice el trabajo espiritual de no volverme adicto al circo. Es difícil no volverse adicto a que hablen de vos o a tener el foco sobre uno, pero se lo merecen otras cosas: la vida, las plantas, los niños,las nubes, la poesía… Uno es solo un mediador, un médium”.
El hijo de su colega Rafa Ferro asegura: “No hay que subirse al pedestal porque después la vida se encarga de atropellarte y terminás todo quebrado cayendo de un edificio de cien pisos. Es preferible sentirse arriba de un cordón que de un edificio. Es verdad que yo estuve un poco más preparado porque lo veía a mi padre”,
Toto no rechaza el precio de la fama: “Me gustaría que me vuelva a pasar algo así con Simón de la montaña, pero más que nada por la película, por más que después uno tenga que pagar los platos rotos. Me encantaría vivir toda mi vida haciendo películas”.
Un proyecto diferente
Ferro interpreta aquí otro personaje que busca el shock como el asesino serial adolescente Carlos Robledo Puch de El Ángel. Aquí Simón, un joven que no encuentra su espacio viviendo al borde de la cordillera con su madre y el novio, se cruza con un contingente de chicos de su edad con discapacidades y decide sumarse al hacerse pasar por uno más del grupo.
El actor recuerda que al principio no quiso saber nada con involucrarse en el proyecto: “Conocí a Federico Luis Tachella en el bar Barcelona Asturias hace cinco años. Yo estaba con un amigo comiendo una pata de jamón crudo y enseguida me propuso hacer un personaje que ya no existe en la película. Era muy distinta, aunque también se llamaba Simón de la montaña».
Prosigue: «En el medio forjamos una amistad particular, una hermandad, y hace dos años me quiso convencer de que sea el protagonista y haga de una persona con hipersensibilidad. Le contesté ‘¡Estás loco! Debería hacerlo alguien que sea así de verdad’, porque no quería hacer algo tipo Gilbert Grape. Y después la película cambió y empezó a tratarse de un personaje que quería ser así, que empezaba a actuar así. Dudé mucho y Fede me fue convenciendo”.
“Yo le decía que no porque me parecía que tenía que hacerlo una persona con hipersensibilidad. Pero la película se fue transformando mucho y me entregué. Para hacer cine hay que entregarse y la primera vez le dije que no con la guardia alta. Pero cuando bajé un poco la guardia, parecía que valía la pena correr el riesgo por esa aventura”, explica Toto.
Transformarse en Simón le presentaba un desafío nuevo a Ferro porque “El mismo personaje incluye dos Simones: el Simón normal y el Simón que actúa. El Simón Uno, como le decíamos, era más parecido a mí, pero Simón Dos requería mover la cabeza, los codos, actuar con todo el cuerpo. Hubo escenas que filmamos como Simón Uno y Fede de repente me decía ‘¡Simón Dos!’, así que de pronto cambiaba el tono».
«Era como estar -dice- en un parque de diversiones. Le fuimos encontrando distintas velocidades y ciertos grados y temperaturas al mismo personaje. Jugaba en un mundo en donde todo era posible y estaba permitido. Es una película sobre la actuación en un punto, entonces podía exagerar como si estuviera en una clase de teatro. Y como la película trata de eso, lo exagerado no necesariamente es mal actuado. Era lindo sentir que no había ni bien ni mal. Tenía el pase libre para ir a todos los juegos del parque de diversiones”.
“Creo que todos -agrega- estamos actuando todo el tiempo. El otro día leí un libro de Sam Shepard, que escribió el guión de Paris, Texas. Es un gran escritor y un gran actor que dice ‘En el bar me encanta ver a la gente leyendo el diario y, si se dan cuenta de que los estoy mirando, empiezan a actuar de la manera en la que les gustaría ser vistos más que como realmente son’. ¡Eso lo ves en la vida todo el tiempo! Cuando alguien nota que lo estás mirando se arma ese personaje, que es como una armadura que tenemos para la batalla, pero en realidad si la soplan ya desaparece».
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Video trailer de «Simón de la montaña»
«Tengo muy presente la idea de que hay que actuar en la vida, pero hay que tratar de mantener viva la esencia. A veces me gustaría ser un zorro o un árbol, no hablar, y estar entregado a la naturaleza sin tener que parecer. Actuar es hacerse cargo de lo que uno está haciendo todo el tiempo. Uno puede decir que esto de actuar es un oficio, pero en la vida cotidiana todos lo ejercemos”, reflexiona el actor sobre su vínculo con Simón y el del personaje con el espectador.
Toto llevó un paso más allá la idea de probar cómo le salía el personaje al admitir que “hice algo que nunca había hecho. Incorporé al personaje a mi vida cotidiana. Estuve en París antes de empezar a filmar y me puse a actuar como el Simón hipersensible. Me subí al subte y me dieron el asiento, entré a un supermercado a comprar algo para el dolor de cabeza y me lo regalaron con un vaso de agua. Ahí me di cuenta de que estaba funcionando y que ya estaba para hacer la película. Tenía que tratar que me llevara el cuerpo y en casa hacía ejercicios de relajación del cuello para poder moverlo todo el día. De repente estaba con mi novia y caminaba como el personaje, como si me fuera transformando de a poco en ese animal.. De repente podía descontracturar todos los músculos de una”.
Da más detalles: “Esa parte física fue la más complicada del personaje, pero también me costó buscar la ternura en los ojos. Es una ternura sin mucha moral igual, pero una ternura al fin. Yo venía de hacer El Ángel, donde quizás tenía una mirada más tajante. Otra cosa difícil fue sentirme cómodo actuando frente a Pehuén (Pedre). Estaba yo actuando de Simón, y Simón actuando de Pehuén, había que atravesar todo un metaverso y lograr que Pehuén no se sienta burlado. Hubo que trabajar para que él estuviera cómodo y no sienta que yo estaba haciendo una caricatura de lo que es él en la vida real. Hubo mucho ensayo con Pehuén al lado y con Kiara Supini. Lo fuimos creando muy de a poco con Tache y con Sofía Briet, la coach actoral”, aclara el actor su vínculo con los coprotagonistas no profesionales de Simón de la montaña
Toto explica que la experiencia de enfrentarse a la primera proyección para sus compañeros Kiara y Pehuén “fue demasiado movilizante. Pehuén viajó a San Sebastián para presentar la película y se reencontró con su madre después de cuatro años. Y después la reacción de Kiara también me hizo acordar a cuando hice El Ángel, porque es emocionante debutar en el cine. Ellos la recibieron muy bien. Pehuén le aportó demasiado a la película y fue fundamental para ver este tema sin el tabú que por lo general tiene. Esto ya estaba tratado en el cine, pero se pudo hacer de una manera distinta sin esos tabúes”.
“Cuando vi la película quedé muy impactado. Lo que primero me impactó es que trata sobre la ternura. Después me costó mucho cuando me vi actuando… Uno siempre es muy meticuloso con uno mismo, pero cuando se estrenó en Cannes ya la había visto varias veces y me pareció que estaba mejor. Es muy difícil verse. Ya es complicado levantarse y mirarse al espejo a la mañana. Pero me quedé tranquilo cuando, en lugar de verme, empecé a ver al Simón que yo había sentido mientras filmaba la película”, reconoce sus inseguridades Ferro ante una película arriesgada como Simón de la montaña.
El actor lamenta las puertas que se le están cerrando a los cineastas jóvenes porque “está complicado para los nuevos directores que no conocen inversores privados y necesitan el apoyo del INCAA. El cine se nutre de las voces nuevas y ahora esas voces no tienen lugar o necesitan buscar nuevas maneras. Es complicado porque el cine es muy difícil de hacer. Creo que ya está todo dicho, ya se sabe que estamos en un mal momento, pero de los malos momentos también nacen grandes poemas”.
También músico
Además de la actuación, Ferro se dedica a la música bajo el nombre Kiddo Toto porque “es un lugar para expresarse y conocerse así mismo. Me gusta estar en el estudio sentado haciendo una canción, es como la idea de un templo, de relajarse y buscar un sonido durante tres horas o escribir una letra. Y también es para juntarse con personas nuevas, que lo más lindo de la vida es compartir momentos con gente talentosa. No creo que valga nada si no estoy rodeado de las personas correctas”.
Y cierra, con su carismática sonrisa: “Me gustaría mantener las inquietudes que tengo hasta el día en que me muera. No quiero sentarme en un lugar durante mucho tiempo. Quiero ser un nómade e ir a buscar a todos los lugares que sea posible un racimo de poesía o de sentirme vivo. Artaud escribió en la primera frase de El ombligo de los limbos que ’la vida es quemar preguntas’. Esa frase sola me rompió la cabeza y ya no volví a abrir el libro. Quiero hacerme preguntas para no sentirme un robot, aunque a veces me den ganas de sentirme un robot para vivir la vida con tranquilidad, pero creo que me tengo que hacer cargo de que no fui tocado con esa varita”.